La Orden de la Merced fue fundada en el año 1218 por San Pedro Nolasco, en Barcelona, contando con la aprobación de Jaime I, entonces todavía niño, y el obispo de Barcelona Berenguer de Palou. Su fundación tuvo lugar en la catedral de la Ciudad Condal y obtuvo su aprobación canónica el 17 de enero de 1235, por el Papa Gregorio IX.
Aunque la Orden de la Merced nace en una época en la que con el crecimiento de las ciudades, el comercio y los gremios, comienzan a aparecer las órdenes mendicantes (como los franciscanos y dominicos) tuvo en sus orígenes rasgos de las órdenes militares de la época, llegando a existir mercedarios armados que se encargaban de custodiar y defender las expediciones mercedarias constituidas para redimir cristianos cautivos. Los militares mercedarios también colaboraron en la reconquista. Fue en 1327 cuando la Orden de la Merced perdió ese carácter militar inicial pasando a ser una Orden exclusivamente religiosa, de hermanos cooperadores y sacerdotes.
La Orden de la Merced nació para dedicarse a la redención de los cristianos cautivos. San Pedro Nolasco fue prior de la Limosna para los cautivos en el Hospital de Santa Eulalia, situado al lado mismo de la catedral. En dicho Hospital, fundado en el s. X por el Conde de Barcelona y que desde siempre contó con la protección real, se atendía a los pobres, se cuidaba a los enfermos, se alimentaba a los famélicos y también se recogían limosnas para rescatar a los cristianos en poder de los musulmanes, ya sea por ser prisioneros de guerra o secuestrados en actos de piratería marítima o terrestre (razzias nocturnas). Estos cristianos eran trasladados a territorio musulmán para trabajar como esclavos en condiciones muy duras. Muchos morían o intentaban mejorar en algo sus condiciones de vida abjurando de su fe cristiana y pasando a ser musulmanes de segunda fila, no dejando nunca de recibir el desprecio de sus captores.
Gracias a las relaciones comerciales, que nunca dejaron de existir, se pedía precio por ellos a cambio de su libertad, y este mensaje era recibido por las familias de los mismos que muchas veces no tenían el dinero para el rescate o, de tenerlo, se endeudaban para traer a casa a sus seres queridos. Existían incluso unos comerciantes llamados “exeas” o “alfaqueques” que hacían de intermediarios para tales fines.
Esta realidad explica el por qué se recibían limosnas y herencias para destinarlas a la redención de los cautivos, y el Hospital de Santa Eulalia organizaba con ellas redenciones. Es por eso mismo que en 1203 ya tenemos a Pedro Nolasco rescatando a más de 300 cautivos en Valencia en su calidad de Prior del Hospital, antes incluso de la fundación de la Orden de la Merced que tuvo en el Hospital de Santa Eulalia su embrión, de tal manera que el primer nombre que recibieron los seguidores de Nolasco tras la fundación de la Orden fue el de Orden de Santa Eulalia. Sería más tarde cuando se identificó a estos frailes con lo que hacían: “merced”, pues en el lenguaje de la época “hacer merced” era sinónimo de rescatar cautivos. A mediados del s. XIII ya se conocía a estos frailes como los frailes de la Merced o de María de la Merced. De ahí a ser denominados “mercedarios” ya había poco trecho…
El emblema que caracterizará a los mercedarios es su célebre escudo, que se divide en dos partes: la superior con el emblema de la catedral de Barcelona: cruz blanca (o plata) en fondo rojo; y en la parte inferior el escudo de la Corona de Aragón, con sus franjas verticales doradas y rojas, y la corona real rematando la parte superior de toda la insignia. El escudo figurará en el blanco hábito de los frailes mercedarios y se hará patente en sus iglesias y conventos.
Las últimas redenciones tuvieron lugar a finales del s. XVIII. Se calcula que el número total que personas redimidas por los frailes de la Merced desde su fundación alcanzó los 80.000 liberados.
La Orden de la Merced también tuvo un papel muy importante en la evangelización de América, estando ya presente un mercedario en el segundo viaje que Cristóbal Colón realizó al Nuevo Continente. Da fe de esta importante huella mercedaria en América la enraizada devoción a la Virgen de la Merced en todos los países de habla hispana: iglesias, basílicas, patronazgos, fiestas, nombres, universidades,… Tal es así que en la actualidad la mayoría de las Provincias Mercedarias que constituyen la Orden están situadas en América: México (que abarca México, Honduras y Cuba), Argentina, Chile, Ecuador (que también tiene conventos en Bolivia y Colombia), Perú, Brasil… y las que no están en América (Aragón, Castilla y la provincia Romana), tienen vicarías en este maravilloso continente (Aragón, en Venezuela, Guatemala, El Salvador y Panamá; Castilla en Puerto Rico; Romana, en EE.UU.). De igual manera tanto la provincia de Aragón, como la de Castilla y la de Chile tienen fundaciones en África (Mozambique, Costa de Marfil, Angola, …) y la Romana en Asía (India).
Junto con la rama masculina, existe en el frondoso árbol de la familia mercedaria varias ramas femeninas: las Mercedarias de la Orden de la Merced, de clausura y que tienen su origen en Santa María de Cervelló (cuyos restos mortales incorruptos están presentes en la basílica desde 1290), las Mercedarias Misioneras, las Mercedarias de la Caridad, las Religiosas de Nuestra Señora de la Merced, las Hermanas Mercedarias del Niño Jesús, las Mercedarias de Santísimo Sacramento, las Mercedarias de Bérriz, …. Y también una rama descalza de mercedarios y mercedarias. Para más información sobre la Familia Mercedaria les recomiendo consulten esta web: www.ordendelamerced.org
Finalmente, no debemos olvidar en este escueto resumen a los santos mercedarios que constituyen el espejo donde todo mercedario o amigo de la Merced debe mirarse para seguir con ejemplaridad las huellas de Nolasco: San Pedro Nolasco, San Ramón Nonato, San Pedro Armengol, San Serapio, San Pedro Pascual, Santa María de Cervellón, la beata Mariana de Jesús, la beata Margarita Maturana, el beato Juan Nepomuceno Zegrí Moreno y los beatos mártires de la sangrienta guerra civil española P. Mariano Alcalá y 18 compañeros mercedarios.
En la actualidad, la Orden de la Merced está integrada por cerca de 900 religiosos. Su apostolado está dirigido al mundo de las cárceles (pastoral penitenciaria), misiones en países pobres, acogida de inmigrantes, atención a los “niños de la calle”, parroquias, santuarios, algún colegio, … Tiene su Curia General en Roma y nuestro Superior General es el mercedario mexicano P. Leoncio Osvaldo Vivar Martínez.